Era una tarde de
primavera, de esas que suelen ser ideales para disfrutar al aire libre. Eran
alrededor de las siete de la tarde, y se acababa la extensa y agotadora jornada
laboral para él. Lo único en lo que pensaba en aquel momento era llegar
junto a su amada, y dejar que tiempo fluyera mientras ellos parecían no darse
cuenta hasta que llegaba la hora de despedirse nuevamente. Al parecer no
existían horas suficientes para entregarse todo el amor que tenían para dar el
uno al otro y viceversa. Ellos creían que su vida era perfecta, pero como todos
sabemos nada es así….
Todo estaba planeado,
todo organizado para pasar un día de camping juntos en aquel prado suyo, el
cual se encontraba adentrado en un denso
bosque, rodeado por múltiples flores de variadas especies.
Él iría en su volvo
plateado, ella en su Audi R8.
Él tenía prisa, ella
también.
Él llegó…., ella no.
Edward recordaba
aquel día una y otra vez y lo que vivió
reaparecía en sus sueños constantemente…
… Recorría a toda
prisa el interior del hospital en dónde estaba su amada. En ese momento su
único pensamiento era “Que estén bien… Que estén bien”, pues en ese instante no
sólo la mujer que amaba estaba en peligro, sino también su pequeño hijo, el
cual aún estaba dentro del vientre de su madre.
Una vez que llegó al
tercer piso se acomodó en el sofá, pero debido a los nervios debió ponerse de
pie. Era uno de aquellos momentos críticos en los que solo puedes lamentarte el
no haber estado allí, el no poder haber cambiado la situación, el… poder tener
más tiempo al lado de ambos, si es que llegaban a morir. ¡Qué ironía!, estaba a
dos meses de decir “hasta que la muerte nos separe”, y tal vez ahora ya no
tendría que decirlo frente a un juez y precisamente ese día sería hoy…
Reapareció un doctor
desde el interior del pasillo, y no dudó en acercarse a él. El médico habló primero:
- ¿Isabella Swan?
Él solo asintió. No
tenía fuerzas para articular palabra. Sólo se limitó a escuchar al médico. Se
limitó a tratar de “absorber” todo lo que oía, pero no había forma de
comprender aquello: Su amaba iba a perder la memoria, de al menos dos años
atrás, y entonces a él no lo reconocería y lo peor de todo es que su hijo… ya
no estaba; desafortunadamente él no sobrevivió.
- Lo lamento- fueron las últimas palabras del doctor.
- Espere… ¿puedo verla?, al menos mientras ella esté
inconsciente… - dijo Edward. Tenía la voz apagada y temblorosa, pues
ahora ya no se le ocurría nada para seguir al lado de Bella… ¿es que como iba a
estar a su lado, sufriendo porque ella no lo reconoce, y por qué él la ama, y
recuerda cada uno de los momentos que pasaron juntos? ¿Cómo iba a permanecer a
su lado sabiendo que perdió un hijo que era de ambos?, ¿Cómo soportaría ese
dolor?... sería demasiado, y tal vez la única respuesta a estas preguntas
fuera: marcharse, y que ella jamás se enterase de que lo conoció, así ninguno
de los dos sufriría…. Bueno, al menos ella.
Él médico asintió, y
luego desapareció de nuevo al interior de un extenso pasillo, por el cual antes
había salido. Edward lo siguió a paso lento hasta llegar a las puertas de una
habitación ordinaria de hospital. Una vez allí el doctor se alejó y los dejó
para que tuvieran un poco de intimidad.
Edward entró,
esperando a que ella estuviera despierta, esperando a que ella… lo reconociera,
aunque dentro de su subconsciente sabía que eso no iba a ocurrir.
Dentro sólo se oía el
pitar de una máquina, que lo hacía al ritmo de los latidos de su corazón,
señalando que ella seguía con vida. Bella estaba recostada sobre la cama de
hospital, con mangueras y tubos por doquier, además de una mascarilla que le
trasmitía oxígeno. Jamás Edward la había visto así.
A simple vista no se
veía el daño de aquel fatal accidente, así que aceleró el paso para estar a su
lado y una vez allí se acercó lo más que pudo a ella.
Lo primero que notó
fue su vientre, ahora plano por la ausencia de su hijo, instintivamente lo
acarició con la mano derecha, esperando a que hubiera alguna especie de
movimiento, pero eso no ocurrió: su hijo había muerto, y no podía hacer nada
para cambiarlo.
Sintió lágrimas en
sus ojos que amenazaban con salir. Quiso retenerlas, pero ya no encontró motivo
por el cual hacerlo. Después de todo era lo único que él podía hacer: llorar.
Retiró la mano de su
vientre, y luego la deslizó hasta llegar a su mejilla. En ese instante notó el
daño que le había causado el accidente: tenía hematomas por doquier y su rostro
ya había perdido el brillo de antes: esta no era la Bella que él conocía.
Se puso en cuclillas
para poder observarla más detalladamente y poder acariciar su rostro, y su
cabello, el que peinó con sus propias manos. Ya no tenía consuelo, y las
lágrimas fueron bajando desde sus ojos hasta el rostro de ella.
- ¿Porqué, cariño?, ¿Porqué nos pasó esto a
nosotros?... éramos tan felices- dijo en un suspiro. Acarició la mano de ella, la que
tenía el anillo de compromiso, y lo deslizó hasta quitárselo completamente.
- Supongo que no lo vamos a necesitar…- dijo más para sí. - pero… tal vez más adelante.
Pensó en un plan
lógico, y luego sonrió para sí.
Algo era cierto: su
pasado estaba arruinado, pero nada impedía que se “conocieran” en el futuro. Si
ahora no podía estar con Bella, esperaría. Primero la cuidaría mientras
estuviera inconsciente y una vez que saliera del hospital a rehacer su vida, él
estaría esperándola, él la conocería de nuevo, y actuaría como si no se
conocieran: haría que ella se volviera a enamorar de él, haría posible él poder
estar juntos de nuevo.
Sintió una gran
sensación de esperanza y alegría en su interior: si su plan llegase a resultar…
- Lo haré cariño- le dijo besando su mano y luego, su frente- te lo prometo; te
voy a volver a enamorar.